miércoles, 21 de marzo de 2007

Carolina Peleritti en revista Luz

Dueña de una imagen avasallante, se ganó el mote de femme fatal. Modelo en los ‘80, impuso un estilo propio y se convirtió en una auténtica top. Pero después de siete años dejó todo para dedicarse a la actuación. A punto de debutar como protagonista del film ¿Quién dice que es fácil?, reafirma su decisión y confiesa sus ganas de convertirse en madre.

Aunque hace más de una década dio vuelta la página para dedicarse a la actuación, al verla posar durante la sesión de fotos que se realizó en el Hotel Emperador, queda claro que Carolina Peleritti aún conserva fresca en la memoria aquella época en la que brillaba como modelo. Divertida, se entrega a la producción y responde a cada una de las indicaciones del fotógrafo. Sin embargo, cuando la cámara se apague volverá a jugar el juego que más le gusta y que eligió para sí a principios de los ‘90, cuando la convocaron para ensayar la obra Orinoco, junto a Inda Ledesma y Susú Pecoraro. “Fue un estado de plenitud muy grande. Ahí descubrí que actuar era lo que quería hacer”, dirá a lo largo de la entrevista. Pero su desembarco en la nueva profesión no fue fácil. Tras un fallido debut en Cibersix, en televisión, decidió replegarse para regresar unos años después, y en otro ámbito, el del teatro, con Confesiones de mujeres de 30, Monólogos de la vagina, Porteñas y La señorita de Tacna, donde hizo un desnudo que decidió preservar por contrato de las promociones de la obra. Mientras tanto debutaba en la pantalla grande con un pequeño papel en Geisha, El lado oscuro del corazón II y Samy y yo; y probaba nuevamente suerte en la televisión con 099 Central, Historias de sexo de gente común y #15. Consciente de que las cosas llegan justo en el momento oportuno, ahora está abocada a disfrutar de su primer protagónico en cine, junto a Diego Peretti en la película ¿Quién dice que es fácil? y sueña, más allá de la ficción, en formar su propia familia.


-Contanos cómo es Andrea, tu personaje en la película.
-Es una fotógrafa de treinta y pico, que vivió en el exterior durante 15 años y tiene una mentalidad muy libre, muy abierta, que experimentó lo que quiso y cuando queda embarazada decide volver a la Argentina para echar raíces. Ella no sabe quién es el padre de su bebé, y creo que para una mujer no debe ser una situación fácil.

-¿Y qué cosas tiene de vos?
-Puede ser que tenga condimentos, pero no soy yo. Y eso es lo más interesante, poder transitar esa personalidad tan llena de matices. Aunque es muy libre, y yo personalmente también soy una mujer libre. Viajé, trabajé, hice lo que quise, pero quizá tengo un cable un poco más a tierra.

-¿Te animarías, como ella, a tener un hijo sola?
-No, yo no me animaría. Soy más de la idea de tenerlo con un hombre, de estar acompañada y poder compartir eso.

-¿Y este deseo se da ahora, o siempre lo tuviste?
-Soy canceriana, así que el tema de la maternidad no es algo que esté en la vereda de enfrente. Pero a lo largo de mi vida primero me dediqué intensamente a trabajar como modelo y después como actriz. La verdad es que no se dio y tampoco lo planifiqué ni lo quiero hacer. Se dará cuando sea el momento y con la persona adecuada.

-¿Sentís que el hecho de haber tenido parejas que ya tenían hijos conspiró contra eso?
-No, porque mirándolo a la distancia, si se hubiera dado, lo hubiera tenido. En ese momento yo también era muy chica, estaba trabajando mucho y tenía mi energía puesta en otro lugar.

-Vos tuviste dos relaciones muy emblemáticas, una con Gerardo Romano y otra con Luis Alberto Spinetta, ¿cómo viviste puertas adentro aquel momento de tanta exposición?
-Cuando uno se enamora de una persona hay una eclosión interna, que tiene que ver con ese estado de enamoramiento que es maravilloso poder vivir puertas adentro, pero muy difícil de vivir puertas afuera, y así lo viví yo. No creo que no haya nadie a quien no lo afecte o lo ponga nervioso semejante nivel de exposición.

-¿Seguís teniendo relación con alguno de ellos?
-Tengo contacto, pero no sigo viéndolos.

-Y ahora cómo estás, ¿sola o acompañada?
-Yo te agradezco por preguntar, pero la verdad es que es algo que no me gusta compartir. Ya no. Ahora, si estoy sola o acompañada, forma parte de mi intimidad.

-Bueno, entonces volvamos un poco al trabajo ¿Cómo fue ese momento en el que hiciste el click y decidiste dejar tu carrera de modelo para dedicarte a la actuación?
-En realidad empecé a estudiar teatro cuando tenía 18 años, mientras trabajaba como modelo, pero no había todavía un deseo claro de ser actriz. Comencé a hacerlo porque era muy tímida, pero eso me ayudó mucho para empezar a gestar lo que vino después.

-¿Y en algún momento tuviste temor al prejuicio ajeno?
-Mientras trabajaba como modelo hice una obra de teatro que se llamó Orinoco, y ahí fue cuando descubrí qué era lo que quería hacer. Ahí sentí el prejuicio, la mirada crítica y la doble lectura que hay entre lo que uno hace y lo que quiere hacer. Lo mismo me pasó con Cibersix, más allá de que a mí me encantó hacerlo, porque yo era ése personaje. Ahí bajé la cortina y estuve casi como tres años sin trabajar.

-¿Fue justo después de Cibersix?
-Sí. No quise saber nada más y me guardé. Me puse a estudiar, no sólo actuación, sino todo aquello que me nutriera y me gustara, y me fui a vivir en contacto con la naturaleza. Fue como cambiar el eje, que no fue fácil, porque en ese momento no sabía cómo iba a seguir. No sabía si quería o no ser actriz, y ni siquiera sabía si podía. Fue un momento de mucha búsqueda.

-¿Te enojaste, la pasaste mal?
-Sí, me enojé y sufrí. Fue de esas crisis creativas que hay que pasarlas, pero me sirvió para nutrirme. Tomé clases de teatro, de canto, de acrobacia, de clown.

-Y cuando volviste fue para hacer Confesiones de mujeres de 30, ¿sentiste que te había llegado el momento de tomarte revancha?
-En realidad lo que sentía era como un volcán dentro de mí. Yo tenía un representante, que es el mismo de ahora y él me decía que me llamaban para hacer cosas, y yo no las quería hacer hasta tanto no estuviera lista. Un día me llaman para el casting de Confesiones de mujeres de 30 y yo no quería ir, pero Alejandra Majluf, que fue mi compañera, me dijo que tenía que hacerlo. Yo estaba internamente preparada, pero desde adentro hacia fuera, sabía que tenía las herramientas para hacerlo, y ahí no tuve más dudas de que quería ser actriz.

-O sea que a partir de ahí, cuando hacías el check in en un hotel ponías actriz.
-(Risas) No, estudiante. Y sigo haciéndolo ahora, me encanta porque como buena canceriana yo soy una eterna estudiante.

-En general, tuviste roles jugados en la ficción. Hiciste de lesbiana en 099 Central, te animaste a hacer Historias de sexo de gente común, ¿te molesta que te convoquen para esos papeles?
-A mí me encantan esos personajes, porque me generan un desafío y una adrenalina, que es precisamente lo que hace que diga que sí. Cuando me ofrecieron hacer de lesbiana en 099 Central era un desafío, pero estaba dentro de un contexto y una tira. Se trataba, fundamentalmente, de contar una historia de amor. El desafío era la historia en sí, después viene lo otro.

-Bueno, pero digamos que hay algo en tu imagen que hace que seas vista casi como una comehombres...
-(Se ríe) Es linda la palabra, pero no me siento una comehombres. Me causa gracia, por ahí podría ser avasallante.

-¿Pero sos consciente de eso?
-Sí, pero lo era más cuando trabajaba como modelo, donde uno genera esa actitud y, a veces, hasta no puede hacerse cargo de lo que genera. Pero hoy por hoy no me siento así, sino cada vez más a tierra y más mujer, no una comehombres. Aunque soy consciente de que tengo un cuerpo muy fuerte, soy una mujer.

-Y decidiste mostrarlo a principios de los ‘90, en Playboy ¿Porqué?
-Salió naturalmente, tenía 21 años y me acuerdo que le dije a mi representante que quería hacer el calendario de Playboy, que en ese momento lo habían hecho Julio Bocca y Eleonora Cassano y tenía como una cosa de prestigio. También estaba muy cansada de la histeria, ya me había mostrado tanto cuasi desnuda que pensé, ¿quieren mirar?, miren. Aparte había un contrato económico potente, con lo cual me cerraba por todos lados. Pero definitivamente el impulso fue ése, el de terminar con las medias tintas.

-¿Lo volverías a hacer?
-Obviamente me lo ofrecieron, pero no hay, hoy por hoy, un para qué, un estímulo, y además no llegamos a un acuerdo económico.

-Pero sí aceptaste desnudarte en La señorita de Tacna, ¿cuál fue el estímulo ahí?
-Sin dudas trabajar con Norma Aleandro. Me acuerdo que cuando me dieron el libro me dijeron que lo leyera y me aclararon que había un desnudo. Y al leerlo descubrí que había una escena con Norma que era de un intensidad muy fuerte, muy dramática y dije éste es el desafío de la obra. No hay nada qué explicar, el desnudo es un cuadro, una puesta en escena para contar la perturbación que produce un personaje dentro de la obra de Vargas Llosa.

-¿El personaje de la película que se estrena ahora, también fue tan soñado y deseado?
-Sí, porque es un personaje muy rico, porque fue muy lindo transitar todo un embarazo en la ficción. Fue un viaje, porque Andrea decide dar a luz en su casa y de manera natural, entonces para todo eso también tuve que prepararme, conectarme con parteras y me encantó.

-Y verte con la panza me imagino que habrá sido muy fuerte...
-Sí. Hay una escena en que los personajes hacen el amor y yo estaba ahí, acostada, con esa panza de látex y pensando “esto es una locura”. Además todos en la filmación me trataban como si estuviera embarazada y eso fue muy lindo. Porque cuando empecé a filmar era Carolina, pero después me convertí en Andrea, el personaje, estaba embarazada, y me dejaban la silla para que me sentara. La verdad es que fue un personaje que me conectó con cosas muy profundas, aunque sean ficción.

-Te veo con muchas ganas de ser mamá...
-Y sí, claro, tengo ganas. Y después de la película mucho más.


1 comentario:

Anónimo dijo...

hola estas muy hermosa te haria de todo marcelo_fabian64@hotmail.com agregaeme.